Con el impulso inicial
de los atletas en la prueba olímpica de los cien metros lisos, ha arrancado
nuestro encuentro internacional RIDEF.
Y es que, el
pistoletazo de salida que dio don Federico Mayor Zaragoza (subsecretario de
Educación con el gobierno de Franco; ministro de Educación en 1981-1982;
elegido director General de la UNESCO entre 1987 y 1999 y, hoy, desde 2000,
presidente de la Comisión internacional para la pena de muerte) produjo una
convulsión que sacudió la somnolencia estival,
natural de un 23 de este caluroso y desertizador julio, tiempo vacacional con
vocación de siestas y amodorramientos letárgicos.
Comenzó sentando una
premisa fulminante, que a muchos se nos
antoja casi utópica: podemos cambiar el curso de los acontecimientos; y más
adelante subrayó con otra visión casi premonitoria: no estamos
en época de cambios (como afirman con tozudez nuestros políticos y recogen y
vocean los medios), sino en ‘cambio de época.’
Inmediatamente aplaudió
nuestro encuentro: éste es el umbral para el diálogo necesario para cambiar la
situación actual de detonantes violencias, agresiones, invasiones preventivas,
terrorismos fanáticos…; enfatizó el carácter de internacional (‘mosaico de
personas de todo el mundo’) de este encuentro, y concluyó con un elogio,
diciendo que los movimientos como el nuestro son los necesarios, porque no sólo
impulsamos el saber, el cultivo de la excelencia (no leamos tanto el informe
PISA, nos recomendó), sino el colaborar con los alumnos y alumnas a que sean
libres y responsables; que no sólo ‘se atrevan a aprender’ sino que ‘aprendan a
atreverse’, a vivir juntos, a emprender…
Pero en el panorama de la Historia de la Humanidad, ¿en
qué lugar ha estado la mujer?, ¿qué papel se le ha asignado? La Historia ha
sido la historia de los súbditos; pero en la mujer ha sido aún peor: ha sido sometida
por el poder del súbdito hombre sobre ella.
Y, ante la vista de la
titánica labor que hay que hacer para salir
de la situación de súbditos para pasar a la de ciudadanos y ciudadanas; sometidos
por el poder que uniforma, que pretende que todos pensemos igual; sobrecogidos
por el panorama que cada día nos traen los medios (le preocupa el poder de
éstos), seguimos ‘atemorizados, confinados, sin saber qué decidir’. ¿Qué puedo
hacer yo? Mayor hace una primera llamada a la acción: sin semilla, por pequeña
que sea, no hay cosecha. Sin la minúscula semilla de Rosa Park, en Alabama,
negándose a levantarse del asiento del autobús ante la autoritaria demanda de
un blanco, dio lugar al levantamiento antirracista tutelado por Martín Luther
King.
En los años actuales,
de gran progreso social, nos hemos dejado arrastrar por la globalización. Los
gobiernos se ha dejado dominar por el capitalismo y las finanzas, que ha usurpado muchas de sus
funciones, como ya preconizaba el ínclito Reagan, prescindiendo de los
dictados del conjunto de las fuerzas de
la humanidad: “que se vayan de Manhattan, decía señalando al edificio de la
ONU.
Invocando, pues, a los grandes principios de la UNESCO:
“Nosotros los pueblos queremos que no haya más guerras” (los pueblos, no los
gobiernos ni las naciones), y “que todos los seres humanos somos iguales”,
concluyó que el tiempo de silencio, sumisión, miedo, servidumbre, ha concluido
y tenemos que inaugurar ‘el milenio de la igualdad.’ Nos llama a luchar, a
seguir el consejo que recibió de su madre, y en el que ella cifraba la
felicidad: ‘no aceptes lo inaceptable.’
Y volviendo a los
principios de la UNESCO, ésta también anunciaba que “si no nos libramos del
miedo” “los seres humanos se verán compelidos a la rebelión.”
Para todo esto cuenta
con mayor presencia de la mujer en los órganos de decisión. Recuerda en este
punto unas palabras que le dijo de Nelson Mandela: “La cultura de la paz se
hará cuando haya más mujeres en la toma
de decisiones.” (Entonces sólo eran el 5 %. Hoy llegarán al 20 %).
Este lenguaje de un
antiguo funcionario de gobiernos dictatoriales y ministro en la democracia, nos
explica perfectamente el cambio que se opera
en el ser humano puesto en contacto con los dramas planetarios: mientras
gastamos 4000 millones de dólares en armamento, 34000 personas mueren de hambre
entre las cuales la mayoría son niños y niñas.
Su llamada a la
rebelión, a la lucha, a no aceptar lo
inaceptable está justificada.
Francisco Bastida
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